2009/03/31

«Raf. Facción del Ejército Rojo» 1

De las protestas estudiantiles al proceso de Stammhein

Uli Edel la ha armado en Alemania con «Der Baader Meinhof Komplex», aquí mal retitulada «RAF: Facción del Ejército Rojo», cuando, en realidad, el término exacto a emplear habría sido el de «fracción». Puede que la alarma general que ha creado la película, junto con las dudas que despierta en algunos sectores de opinión, venga de la propia personalidad un tanto marginal de Uli Edel, un veterano que siempre fue por libre.
Nunca perteneció al movimiento del Nuevo Cine Alemán, que fueron oficialmente los testigos directos del periodo político que ahora retrata en «Der Baader Meinhof Komplex», sobre todo al realizar el film colectivo «Alemania en otoño», donde participaron Fassbinder, Schlöndorff, Kluge o Edgar Reitz, entre otros. Después Magarethe Von Trotta incidió en el tema con «Las hermanas alemanas», inspirada en la muerte de la activista de la RAF Gudrun Ensslin, a la que se refiere a través de su hermana, a la cual la cineasta conoció personalmente. Y ya en 1986, Reinhard Hauff hizo «Stammheim», acerca del proceso judicial a los líderes de la banda encarcelados en la prisión del mismo nombre.
El hecho de que Uli Edel no apareciera en el grupo de los que se dedicaron al cine político en su momento es lo que motiva las reticencias hacia su tardío interés por esa trágica etapa de la historia reciente alemana. Desde sus comienzos con «Yo, Cristina F.», Uli Edel se sintió más atraído por un realismo sucio y una estética feísta que culminó con la adaptación de la novela de Hubert Selby «Última salida: Brooklyn». Fracasó, sin embargo, al tratar de amoldarse al cine comercial de Hollywood con el fallido thriller erótico «El cuerpo del delito», arruinado por la presencia estelar de Madonna. A partir de ahí ha sobrevivido en la televisión, hasta que por fin le ha llegado su oportunidad con esta tan polémica película, nominada al Óscar de Mejor Película de Habla No Inglesa por Alemania.
En las fechas previas al estreno alemán de «Der Baader Meinhof Komplex», la casa de Stefan Aust, autor de la novela en que se basa la película, fue atacada por unos desconocidos. Era una muestra el malestar que despertaba la adaptación cinematográfica, concretada en la denuncia presentada por la exmilitante de la RAF Brigitte Mohnhaupt, perteneciente a la segunda generación de la banda, y que en la pantalla es encarnada por la actriz Nadja Uhl. Su petición, presentada a su salida de la cárcel tras cumplir veinticuatro años de condena, consistía en la eliminación de dos escenas de sexo, las cuales considera falsas y contrarias a los hechos reales. La denuncia fue desestimada por un juez de Hamburgo, que entendió que se trataba de licencias creativas tomadas por los autores de la película.
El descontento de la vieja militancia izquierdista ha coincidido con las protestas, por el lado contrario, de los familiares de las víctimas. Michael Buback, hijo del fiscal general Siegfred Buback, muerto en atentado en 1977, ha advertido sobre el peligro que entraña la identificación de los espectadores con los protagonistas de la película, según él, unos terroristas a los que se puede tomar equivocadamente por héroes revolucionarios. En un sentido similar se expresa la viuda del baquero Jürgen Ponto, que también murió durante aquel famoso Otoño Caliente en el que la RAF protagonizó una serie de acciones armadas para exigir la liberación de sus líderes encarcelados en la prisión de máxima seguridad de Stammheim.
Voces divergentes
Pero no todo es unidad en el frente de los familiares de las víctimas, ya que Jörg Schleyer, hijo del jefe de la patronal Hans Martin Schleyer, apoya y defiende la película, que, según él, muestra a los miembros de la RAF como unos criminales. Hay que recordar que su padre fue objetivo principal dentro de las acciones del Otoño Caliente, por cuanto era un antiguo y destacado nazi. La Baader-Meinhof siempre había dirigido sus ataques contra la Alemania continuista, heredera del falso «milagro alemán» inventado por el canciller Konrad Adenauer, de quien recogió el testigo Helmut Schmidt con una política represiva que alcanzó su grado máximo con los crímenes de estado perpetrados en las celdas de aislamiento de Stammheim, los supuestos suicidios mediante los cuales fueron eliminados, primero Ulrike Meinhof, y después Andreas Baader, Gudrun Ensslin y Jean-Carl Raspe. La represión fue, precisamente, el caldo de cultivo en el que surgió la RAF, tal como se muestra en la película a raíz de la muerte de un estudiante a manos de la Policía durante una manifestación de protesta contra el recibimiento al Sha de Persia en el Berlín todavía dividido de 1967.
Es muy difícil resumir las muchas críticas u objeciones que en Alemania se ha encontrado la película desde su estreno, mientras que en otros países ha sido mejor recibida, toda vez que el tema no les toca tan cerca y la controversia se enfría. Una de las más repetidas apunta hacia la utilización de intérpretes muy conocidos en su país para dar vida a los personajes históricos, convirtiendo esta producción de Bernd Eichinger, el mismo que estaba detrás de «El hundimiento», en un vehículo estelar. A la mencionada Nadja Uhl, en el papel de la superviviente Brigitte Mohnhaupt, se suman Moritz Bleibtreu (Andreas Baader), Martina Gedeck (Ulrike Meinhof), Johanna Wokalek (Gudrun Ensslin) o Niels-Bruno Schmidt (Jean-Carl Raspe). Otro de los aspectos que han molestado es el de la incursión de lleno en el cine de acción para describir las acciones armadas, mediante técnicas de filmación y montaje agresivas en el encadenado vertiginoso de planos cortos. Las miradas se vuelven de nuevo hacia Bernd Eichinger, a quien se acusa de ser un productor deseoso de convertir la historia alemana en un espectáculo de masas, en lugar de indagar en sus errores con una vocación didáctica. El otro peliagudo dilema es el de la objetividad, ya que Uli Edel se puede permitir el distanciamiento que permiten las tres décadas transcurridas, lo cual puede servir también de pretexto para no tomar partido. Y ahí es donde volvemos al principio, porque en los años 70 sí hubo cineastas comprometidos que lo tomaron con todas las consecuencias. Al volver la vista atrás se debería haber reflejado eso: cómo la guerrilla urbana gozó de un respaldo popular y un posicionamiento de los intelectuales de izquierdas a favor en su fase inicial, cuando la RAF atracaba bancos y actuaba contra las bases militares norteamericanas.
Sin posibilidades en los Óscar
El productor Bernd Eichinger suele colocar sus películas en las nominaciones a los Óscar de Mejor Película de Habla Inglesa, pero «Der Baader Meinhof Komplex» nunca llegó a ser la favorita, a pesar de colocarse entre las cinco finalistas. Se benefició de ese fabuloso escaparate de cara a la distribución internacional, para así airear su polémico contenido a los cuatro vientos. Otro asunto bien distinto es la posibilidad de premio, a sabiendas de que los miembros de la Academia de Hollywood acostumbran a evitar consagrar a las películas políticamente incómodas. Tampoco se atrevieron a hacerlo con la preferida de la crítica, la israelí «Vals con Bashir», por estar los acontecimientos de la franja de Gaza demasiado recientes. La otra opción podía haber sido «La clase», todo un fenómeno social en su país de origen a propósito del debate sobre la enseñanza, pero que no parece llegar a los espectadores y críticos estadounidenses. Al final se decidieron por el tono existencialista de la japonesa «Okuribito», dejando a un lado también la austriaca «Revanche».