2011/02/03

Fuimos tan terriblemente consecuentes... (1)

Fuimos tan terriblemente consecuentes -cuando lo importante hubiera sido demostrar nuestra fuerza humana y nuestra generosidad- y políticamente tan poco radicales, hasta inofensivos, a la hora de subvertir las condiciones sociales y hacerlas tambalearse.
Stefan Wisniewski en una conversación acerca de la historia de la RAF.

 [...] ¿Cómo fuiste a parar a la RAF?
Por lo que a esto se refiere, primero tengo que explicar cómo llegué al movimiento antiautoritario. Yo nací y me críe en los años cincuenta en un pequeño e idílico pueblo de la Selva Negra, hijo de un preso polaco condenado a trabajos forzados. Ninguna historia espectacular; en Polonia solo hubiese sido uno entre cien mil, pero en este pueblo mi madre me inculcaba: "No se te ocurra explicar nada de la historia de tu padre, si no tendrás problemas". En aquel lugar había algunos antiguos hombres de las SS y de las SA y simpatizantes, que formaban parte de los ciudadanos más respetados. Mi padre solo sobrevivió ocho años a  la "muerte a través del trabajo" tras su liberación del campo de concentración; yo entonces era todavía un bebé y mi hermana estaba en camino. Mi madre me quería educar sin odio. Pero "callar", aunque solo fuese con buena intención, tampoco era la solución. Sea como fuera, por diferentes causas estuve iternado durante un periodo corto en un centro para chicos "difíciles". La mayoría de los niños de allí procedían de las capas sociales más bajas, muchos de color, hijos de antiguos soldados norteamericanos, también había gitanos y hasta un chico de origen polaco. En el centro debíamos aprender un oficio, con maestros que nos trataban con expresiones como: "Con Hitler hubiésemos cortado por lo sano con vosotros". Siete veces me escapé de allí en un año, y algunas veces fui capturado de nuevo tras aventuradas persecuciones de la policía. Cuando por fin pude dejar esto atrás, con ayuda de mi madre, me fui a Hamburgo y allí me hice a la mar. No era nada romántico; de esta manera he conocido la miseria en el tercer mundo, cuando en los puertos africanos, hombres mayores venían a bordo y ofrecían a sus mujeres a cambio de restos de comida. La gente que no sienta vergüenza ante esto, se le debería echar como alimento a los tiburones. Me quedé luego en Hamburgo, realicé diferentes trabajos y fui a la escuela nocturna.

Fragmento de Una conversación acerca de la historia de la RAF publicada al castellano por Virus editorial